Los higaditos de pollo encebollados son uno de esos platos que te hacen pensar en bares antiguos, tapas de toda la vida y guisos tradicionales.
Aunque son comunes en casi todo el país, hay zonas donde están muy arraigados como tapa habitual, por ejemplo en Andalucía, especialmente en Sevilla, Cádiz, Córdoba y Málaga, donde los “higaditos” aparecen como tapa caliente junto a platos de riñones, callos o menudo. También en Madrid forman parte del repertorio de casquería clásica, junto a gallinejas, mollejas o entresijos. Y de igual forma en Murcia, Extremadura y otros puntos de España forman parte de la cocina tradicional.
A menudo los preparo cuando quiero un aperitivo casero con sabor tradicional: cebolla abundante bien pochada, un toque de vino blanco y los hígados de pollo encebollados cocinados el tiempo justo para que queden tiernos y jugosos.
Te cuento cómo hacer estos higaditos de pollo, una receta realmente fácil, y sobre todo deliciosa.
Receta de higaditos de pollo encebollados
Ingredientes
- 500 g de higaditos de pollo
- 2 cebollas grandes
- 2 dientes de ajo
- 1 hoja de laurel
- 100 ml de vino blanco
- 75 ml de brandy
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
- Sal al gusto
- Pimienta negra al gusto
Cómo hacer higaditos de pollo encebollados
-
Lo primero es limpiar bien los 500 g de higaditos de pollo, retirando restos de grasa o venitas visibles. Córtalos en trozos medianos para que se cocinen de manera uniforme y sécalos ligeramente con papel de cocina.
-
Pela y corta en juliana fina las 2 cebollas grandes, y pica los 2 dientes de ajo.
-
En una sartén amplia calienta 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra a fuego medio. Añade el ajo picado y, cuando empieza a desprender aroma, incorpora la cebolla con una pizca de sal para que sude mejor. La dejas pochar despacio unos 12–15 minutos, removiendo de vez en cuando, hasta que esté tierna y ligeramente dorada. En este punto añade la hoja de laurel.
-
Sube un poco el fuego y agrega los higaditos. Séllalos durante un par de minutos por cada lado, justo hasta que cambien de color, sin pasarlos demasiado para que queden tiernos.
-
Cuando están bien sellados, añade los 100 ml de vino blanco y los 75 ml de brandy, mezcla para que se integre con los jugos de la sartén y deja que hierva un par de minutos para que se evapore el alcohol.
-
Rectifica de sal y pimienta negra al gusto justo al final, y retira la hoja de laurel antes de servir.
Consejos para hacer higaditos de pollo encebollados

- Límpialos bien antes de cocinarlos. Retira las venitas más gruesas y cualquier resto de sangre o membrana. No te llevará mucho tiempo y marca la diferencia en la textura final, que debe ser suave y sin tropezones desagradables.
- Sécalos ligeramente con papel de cocina. Si quedan húmedos soltarán demasiada agua en la sartén y no se dorarán bien. Secarlos un poco ayuda a que el sellado sea rápido y la carne quede más tierna.
- No te pases con la cocción. Los higaditos necesitan fuego medio y un tiempo justo. Si los cocinas demasiado se endurecen, así que vigílalos: cuando cambian de color y el vino se reduce, suelen estar listos en pocos minutos.
- Elige una cebolla dulce o tierna. Este plato depende muchísimo del pochado. Una cebolla dulce da un sabor más suave y cremoso, y si la dejas hacerse lentamente, casi se convierte en una salsa por sí sola.
- Ajusta la acidez del vino. Si usas un vino blanco muy seco, añade media cucharadita de azúcar para equilibrar. No se notará dulce, solo armoniza la salsa.
- Si te queda mucha salsa líquida, deja reducir a fuego suave. No añadas harina ni espesantes: basta con dejar que la cebolla y el vino hagan su trabajo.
- Conservación: puedes guardarlos en la nevera 2 días en un recipiente hermético. Al recalentarlos, hazlo a fuego suave, solo hasta que estén calientes, para que no se resequen.
- ¿Se pueden congelar? Sí, pero la textura cambia un poco. Si decides congelarlos, mejor congélalos ya cocinados y descongélalos lentamente en la nevera.
Cómo acompañar los higaditos de pollo encebollados

Los higaditos encebollados piden pan, así de simple. Esa salsa que queda después del vino y la cebolla es de las que obligan a mojar. Si los sirves como tapa, ponlos en una cazuelita con unas rebanadas de pan tostado cerca y verás que desaparecen rápido. También quedan muy bien con patatas fritas caseras o patatas panadera, que absorben la salsa sin robar protagonismo al plato.
Si te apetece algo más ligero, acompáñalos con arroz blanco o con una ensalada de lechuga y cebolla tierna, que refresca bastante el conjunto. Y cuando los preparo como plato único, me gusta añadir unas verduras al horno (calabacín, champiñones o pimientos) porque equilibran muy bien el sabor intenso del hígado.
Preguntas frecuentes sobre los higaditos de pollo encebollados

¿Hay que limpiar los higaditos antes de cocinarlos?
Sí. Conviene retirar las venitas más gruesas, cualquier resto de sangre visible y algún trocito de grasa dura que pueda quedar. No es complicado y mejora mucho la textura final. Un repaso rápido con un cuchillo pequeño es suficiente.
¿Por qué a veces quedan duros?
Suele deberse a una cocción demasiado larga o demasiado fuerte. Los higaditos necesitan un sellado rápido y después una cocción suave de pocos minutos. Si te pasas, se endurecen. Vigila el punto y apaga el fuego cuando estén tiernos.
¿Puedo hacerlos sin alcohol?
Claro. Puedes sustituir los 100 ml de vino blanco y los 75 ml de brandy por un caldo suave. El sabor cambia un poco, pero quedan igualmente ricos. Si quieres mantener algo de acidez, añade unas gotas de limón al final.
¿Qué tipo de cebolla es mejor?
Las cebollas dulces o las cebollas tiernas funcionan especialmente bien porque se vuelven melosas al pocharse. De todos modos, cualquier cebolla que tengas en casa sirve si la cocinas con paciencia.
¿Se pueden preparar con antelación?
Sí, aunque están más ricos recién hechos. Puedes tenerlos listos y calentarlos a fuego suave antes de servir. Solo ten cuidado de no recalentarlos demasiado para que no se resequen.
A veces los platos más sencillos son los que más apetecen, y estos higaditos de pollo encebollados entran de lleno en esa categoría. Solo necesitan un buen sofrito, un toque de vino y un rato de fuego suave. Si nunca los has preparado en casa, anímate un día de estos, porque sorprenden más de lo que parece.
Si buscas otras recetas de casquería, no puedes dejar de probar el hígado encebollado, las carrilleras de cerdo al vino tinto, melosas y llenas de sabor tras su cocción lenta; los callos a la madrileña, un clásico de los bares más castizos; los callos con garbanzos, perfectos para quienes disfrutan de guisos más contundentes; el rabo de toro a la cordobesa, que queda tiernísimo tras horas de chup-chup; las manitas de cerdo en salsa de almendras, una receta tradicional con una salsa suave muy especial; y las orejas de cerdo a la plancha, crujientes y con ese punto especiado que engancha.









































